Podría haber sido cualquier otra persona la creadora de esta frase, pero es especialmente potente cuando procede de la pluma de Einstein, con esa extraordinaria capacidad de reflexión y búsqueda del entendimiento que tenía.
Lo interesante de este pensamiento es que engloba todos los esfuerzos que hacemos a lo largo de la vida para buscar el conocimiento que, lentamente procesado e incorporado al almacén del saber, se irá transformando en lo que llamamos «sabiduría».
¡Qué sabios son los viejos! se decía cuando yo era pequeño, ¡Hay que aprender de ellos!
En nuestra ingenua ignorancia juvenil pensábamos que esos mayores que veíamos sentados a la puerta de sus casas, cuando en los pueblos las personas sacaban sillas a la acera y se sentaban a dejar pasar el atardecer, poco iban a enseñarnos. Ni habían tenido estudios, ni leían más allá del periódico futbolero de turno o los carteles de las fiestas del pueblo. Y hablaban raro además, con ese acento local que los de la «capi» no pillábamos apenas.
Pero esos viejos era sabiduría en estado puro. No me di cuenta hasta que los jovénes detrás de nosotros empezaron a tratarme de «usted». Entonces me vi haciéndome mayor, con la energía del joven pero sin la sabiduría del viejo.
Mi dilema está en que no quiero dejar el entusiasmo, la energía, las ganas de comunicarme, de romper barreras, de avanzar, a costa de convertirme en un «sabio».
¿Alguien sabe donde puedo encontrar una gota de esa sabiduría que envidio de nuestros mayores, sin renunciar al espíritu joven que se rebela cuando no reconoce el rostro del espejo porque parece un mayor mirándole desde el otro lado?
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Hola Ramon, cuando a ti te vaya bien hacemos lo de la conexión de cuentas.
Txema