Chipre somos todos


Chipre es una isla – o media isla, para ser más preciso- con apenas un millón de habitantes, dicen, con una economía muy limitada basada en el turismo y en el sector financiero o en el orden contrario, primero el sector financiero y luego el turismo.

Chipre no se ha encontrado con una quiebra técnica de sus banco de la noche a la mañana, como tampoco se ha descubierto ahora que gran parte de los capitales depositados en sus instituciones financieras son de «dudosa» procedencia. Esto se sabía desde hace años y la Troika también lo conocía muy bien.

¿De quién es la culpa y la responsabilidad de lo que está pasando en Chipre? Del gobierno europeo, que conociendo el caldo que se cocía, podía prever perfectamente que la quita impuesta sobre la deuda griega iba a hacer caer a Chipre como derivada, pero no arbitró ningún medio para remediarlo.

Y además, impone la confiscación de parte de los depósitos pero no toca a los inversores en los bancos chipriotas.

Soy y me siento muy europeo y europeísta, pero esta Europa que nos quieren imponer desde Alemania no es mi Europa, no la quiero, que se la queden ellos con sus miserias y su mediocridad. Prefiero salir de ella y buscarme la vida que vivir bajo un régimen que de la noche a la mañana cambia las reglas comúnmente aceptadas para exprimir a los ciudadanos. Por mucho que se diga, esto es para mi una dictadura, aunque venga disfrazada de democracia porque se nos permite votar a uno de los dos grandes grupos, conservadores o socialistas para que hagan de dictadores durante su legislatura.

No quiero a Merkel ni a Schäuble, ni a los holandeses que dicen que sí a todo lo que los alemanes quieren porque los necesitan desesperadamente. Me gustaría poder ser como los británicos, que están cuando quieren y no están cuando no les apetece.

Y pienso que los chipriotas le deberían hacer una gran pedorreta a Europa y tener como lema «Antes morir que perder la vida», en el sentido más literal de la expresión.