Soy un fan de Oscar Wilde desde que era un adolescente (yo, no el poeta).
Me ha gustado mucho su fina ironía, su vida desenfadada y su constante búsqueda del sentido de las cosas. Desmontó (o intentó hacerlo) muchos mitos y planteó otras perspectivas en distintos ámbitos de la vida, como el arte o la comunicación.
Se dice de él que cuando llegó a EE.UU. para hacer una gira de conferencias, declaró en la aduana «no tengo nada que declarar sino mi genio». Y lo fue.
Esta frase del día, así, tan simple y directa, marca el paso del soñador o del buscador. Alcanzado un objetivo, superado un reto, vayamos a por el siguiente. El placer de conseguirlo genera la adrenalina suficiente para marcarse otro objetivo porque si no, la insatisfacción nos acabaría comiendo. ¡Adelante!
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