Anoche tuve el placer de disfrutar de una gran velada en casa de mi socio y amigo Gabriel en la que lo más destacable al margen de la impresionante lasaña que su madre prepara con cariño y entusiasmo (que son los dos ingredientes básicos de la buena cocina) y que es ya legendaria en nuestros círculos, fue que de las 13 personas presentes, 9 eran mujeres y 8 de ellas, grandes profesionales. (La novena es aún estudiante, pero también será una excelente profesional, con los ejemplos que tiene alrededor).
Cada una ha progresado en su profesión (recursos humanos, diplomacia, sanidad, educación, seguridad, comercio) de tal forma que se han convertido en unas líderes en su sector (o «líderas» si queremos reírnos un poco más de esas «miembras» del PSOE que reinventan el idioma para dejar constancia de su incultura). Las dos fundadoras de esta dinastía, las matriarcas ya jubiladas, también trabajaron lo suyo, una como empresaria del comercio y la otra como profesional de sanidad y como diplomática. En la generación profesional actual, Marta se encuentra en la cúpula de una de las más grandes organizaciones internacionales existentes, Margarita es catedrática en la universidad, Carmen es una reconocida profesional de la sanidad, María José ocupa un importante puesto en uno de nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y Lucía y Marisa son cada una propietarias de sus propios comercios y empresarias de vocación desde hace años. Todas proceden de familias normales de clase media, pero estudiaron lo suyo, con coraje y dedicación, para desarrollar la vida profesional plena que hoy disfrutan.
Con esas características la tertulia fue espectacular. Se habló de lo bueno y de lo malo, ¡cómo no!, de los hijos y sus estudios, de la situación de la educación, la sanidad, la economía o la seguridad en España y fuera de ella, de trapitos y moda, de decoración y de comida.
Un grupo de mujeres jóvenes, atractivas, destacadas profesionales en su sector, con una vasta cultura y educación, son un referente para todos nosotros. Necesitamos que nuestras hijas sean así, que no haya barreras para la mujer en nuestra sociedad, que aporten su saber hacer al construir común porque además, es que en general poseen más y mejores recursos que los hombres, por su capacidad de equilibrar lo personal, lo familiar y lo profesional.
Tenemos que empezar la transformación por nosotros mismos, entendiendo que las tareas domésticas, a falta de ayuda externa, deben ser compartidas. Pero también tenemos que ofrecer a las mujeres las mismas oportunidades que a los hombres en el trabajo, incluso un poco más inicialmente para compensar el desequilibrio actual. Un colectivo que margine a las mujeres está desperdiciando la mitad o más de su potencial total.
Habiendo dicho esto, me queda un largo camino personal, así que voy a empezarlo pasando la aspiradora en mi casa ahora mismo.