Reflexiones sobre la abdicación del Rey y sobre la República


He querido dejar pasar un día para mirar las cosas con serenidad, para que la pequeña distancia de estas horas desde el anuncio de la renuncia del Rey a su cargo me aporte varias perspectivas para el análisis. He leído comentarios de los pro-monárquicos y de los republicanistas y he escuchado las reflexiones de los mejores periodistas del país y me veo en condiciones de expresar mi visión «sin acritud», como dijo en su día el ciudadano Felipe (el ex-presidente Felipe).

Siempre he dicho que me siento republicano porque creo que la república representa mejor que la monarquía el concepto de igualdad de una sociedad y más aún de la sociedad española, en la que los privilegios de algunos por razón de su cuna o de su patrimonio molestan particularmente a los que no los alcanzan. Pero también he manifestado que me considero juancarlista, porque a pesar de sus errores y de sus defectos, Juan Carlos nos sacó de la dictadura, nos evitó otra posterior y junto con políticos cuya talla, como los antiguos gigantes, se ha extinguido ya, encajó a España en el siglo XXI dentro de Europa y del mundo. Y su abdicación era necesaria y justa, porque su trabajo está completado desde hace tiempo.

Sin ánimo de incomodar a los que no piensan como yo y entendiendo que nuestra Constitución marca como Jefe del Estado hoy por hoy a un Rey, pienso que la monarquía está amortizada y que debemos preparar el escenario para una República, no la tercera como muchos proclaman porque más valiera olvidarse de las dos anteriores, sino una verdadera República en un Estado moderno y democrático.

El Príncipe me parece un hombre capaz, inteligente, excelentemente preparado y parece que bastante bien integrado dentro de la sociedad del común de los mortales. Lo que no quita para que se instaure una República y él pueda ganarse la vida en el terreno profesional como los demás que son capaces, inteligentes, excelentemente preparados y bien integrados. O vivir de sus rentas sin trabajar, mientras pague impuestos como todos.

Por un lado, algunos han dicho que la verdadera lealtad de los reyes es a la Corona, la que han jurado defender por encima de todo y que parece importarles más, en realidad, que la nación en la que reinan. El padre del Rey le cedió los «derechos dinásticos» en 1977, bastante después de su designación como Príncipe de España en 1969 y su proclamación como Rey en 1975. Y que esa dicotomía Corona – España puede hacerles optar por dejar al Estado en un segundo plano en caso extremo de antítesis entre las dos. Me parece un razonamiento bastante infantil por cuanto que excepto algunos cuyo concepto de la patria ha sublimado todas sus pasiones, para la inmensa mayoría de los ciudadanos lo primero es lo primero, es decir, la familia y el trabajo; está claro que uno antepone lo que debe anteponer a otras circunstancias y es perfectamente entendible.

Por el otro, los que dicen que los países con mayor estabilidad suelen ser las monarquías, que los monarcas son objetivos y no se dejan influir por las corrientes políticas o por los gobernantes de turno, mirando siempre por los intereses del Estado en su conjunto y que además, sus poderes son mínimos y están muy regulados. Por último, que su coste es menor que el beneficio que generan.

Estos últimos argumentos son interesantes pero simplemente filosóficos. Un Presidente de la República al estilo alemán, italiano o francés no tiene la corte que un monarca genera ni debería incurrir en el sobrecoste que la corona impone actualmente a los ciudadanos. Una república presidencialista al estilo estadounidense incluso nos ahorraría ese coste al superponer la Presidencia de la República y la del Gobierno. Un Presidente de la República puede ser objetivo, incluso si procede de uno de los partidos políticos, de la misma forma que un monarca puede no serlo aunque no esté afiliado a uno de los partidos. Y un Presidente de la República puede ser también un excelente embajador de España y un promotor de desarrollo en sus relaciones con otros gobernantes extranjeros, como lo es cualquiera de los Presidentes de EE.UU. sean del signo político que sean.

Insisto: creo que la monarquía está ya amortizada y que debemos poner las estructuras en marcha para instaurar una República en España. También creo que el Rey ha hecho un excepcional papel en ese cargo durante estos 39 años, con sus luces y ciertamente sus sombras, pero el conjunto está mucho más iluminado que a oscuras. Y que deberíamos agradecérselo y permitir que disfrute de un retiro tranquilo y feliz, porque se lo ha currado. Por supuesto, respetando a los que piensen diferente, tanto en su opinión de la forma del Estado como del Rey.