Bloomberg acaba de publicar esta noticia: Charlie Rose de la CBS ha entrevistado a Bashar Assad hoy y éste ha negado que tuviera conocimiento del ataque con armas químicas del pasado 21 de agosto o que él tuviera algo que ver con este ataque. La entrevista saldrá en TV mañana lunes por la tarde.
La cuestión siria, como era de esperar, se complica con el paso del tiempo.
El problema de fondo es que dejar pasar sin más la aparición en escena de armas químicas y además en un escenario civil (mujeres, niños) envía señales de que todo puede plantearse en un conflicto, sin límites. Esto es especialmente grave en nuestros días porque ya no existen grandes ejércitos bien definidos y localizados, ni declaraciones formales de guerra y además, las armas de destrucción masiva son bastante accesibles y buscan provocar el pánico y la destrucción absoluta del adversario, ya sean químicas o biológicas o simplemente aviones secuestrados o combatientes que cargan con ellos un explosivo que hacen estallar al paso de sus enemigos, sin discriminar entre militares y civiles, entre hombres, mujeres y niños. No hacer nada es una demostración de la debilidad de las potencias occidentales en hacer cumplir las convenciones internacionales, lo que lleva a que estas convenciones se vacíen de valor. A partir de ahora cualquier dirigente descerebrado o exaltado puede planear y ejecutar un ataque de este tipo sabiendo que no habrá represalias más allá de la retirada de embajadores y algún que otro embargo temporal.
Pero eliminar del poder a Assad en Siria también implica dar paso al mismo a varios grupos de la oposición que contienen muy activa la semilla del radicalismo islámico, con lo que Oriente Próximo quedaría gravemente desestabilizado e Israel, el gran aliado y protegido de los EEUU, con un nuevo frente activo en sus fronteras.
Por esta razón la actuación que propugna Osama es la de una intervención quirúrgica limitada, destruyendo los depósitos de armas químicas, posiblemente también la artillería y aviación que lanza estas armas y poco más, de modo que el mensaje sea claro: cualquiera que cometa una infracción de las convenciones internacionales será castigado.
El dilema es casi irresoluble, porque para empezar, en un conflicto bélico todo acaba reduciéndose a mi supervivencia contra la de mi contrario. El daño al contrario debe ser el máximo posible para evitar el propio, incluso su exterminio y el de su familia. Y en ese mismo instante, las reglas dejan de tener sentido; se actúa con todos los mecanismos accesibles para conseguir la derrota fulminante del enemigo incluso, como hemos visto, con el asesinato de ciudadanos no combatientes, como los niños gaseados.
La cuestión es, ¿qué hará Occidente respecto de Siria? ¿Silbaremos mirando para otro lado y jugando al «como a mi no me toca de cerca… que se apañen ellos, yo no soy quién para intervenir en los asuntos internos de otro país» o nos enzarzamos en una intervención que podría traer represalias en forma de atentados en nuestro suelo, amén de avivar un nido de víboras en Oriente Próximo?
Como decía, es muy complicado. No le arriendo la ganancia al amigo Obama, que es el único que ha puesto las cartas sobre la mesa claramente. El Reino Unido le ha dicho que tralalá, Rusia que ni se le ocurra y la UE que bueno, que algo hay que hacer, que ya se verá, como siempre. Solo Francia ha expresado una opinión favorable. España, que si necesitan las bases, que las pidan y podrán usarlas.
Ahora sale Assad con su manifestación de que él no tenía conocimiento de este ataque. ¿Tampoco de los otros anteriores? Claro, el presidente de un país ignora lo que ocurre en él. Si al menos hubiera arrestado y procesado a los oficiales que dieron las órdenes, tendríamos la apariencia de lo que manifiesta, pero ni eso.
Algunas voces dicen -y Rusia es una de ellas – que el ataque químico provino de la guerrilla y no del ejército sirio. Pero afectó a zonas controladas por la guerrilla, se lanzó desde zonas controladas por el ejército y al parecer, hay instrucciones interceptadas entre mandos militares sirios al respecto.
Personalmente creo – y respeto opiniones contrarias – que si estas situaciones no se atajan, viviremos tiempos peores en el futuro próximo. El «todo vale» se impondrá por desgracia una vez más. Una intervención limitada no es una guerra, es un aviso a navegantes.
Y debe hacerse.