Excelentísimos señores (la palabra «señores» es inclusiva y comprende también a las «señoras»; esto lo matizo para algunos chavaletes, funcionarios de la política, que nos demuestran constantemente en sus declaraciones que no aprendieron gramática en la escuela):
Parece que sus excelencias han gastado al menos un millón trescientos mil euros de nuestro dinero en los últimos diez años haciéndose retratos para colgarlos en las paredes de los ministerios cuando dejan el cargo o son cesados.
La justificación aparente es que es tradición en nuestro país (como lo es también en otros) ir formando una galería con los retratos de los que han sido ministros. Se contrata a un pintor conocido y se le encarga que confeccione el cuadro para luego enmarcarlo y exponerlo después de una breve ceremonia de aceptación.
El caso es que de tradiciones populares estamos bien surtidos y no por ello las seguimos practicando. Por ejemplo, las luchas con un palo y enterrados hasta la cintura o las peleas de gallos, la vieja tradición de fumar en los cafés y en la oficina, la cascada de piropos a las chicas cuando caminaban por la calle, el cederle el asiento a una señora mayor en el autobús o el paso a las mujeres ante una puerta y muchas más.
Por otro lado, tenemos hoy tecnologías que permiten retratar un rostro o una figura y decorarla, transformarla, mejorarla tanto como se desee con el único coste del papel en el que se imprimirá la imagen y los nimios de transformación de la misma.
Por consiguiente propongo que se abandone inmediatamente tan augusta y arraigada tradición del retratismo político con nuestro dinero y si acaso, con una buena cámara digital y una aplicación de retoques digitales, hacerle una foto al interfecto y exponerla en la famosa galería de personajes ilustres de los ministerios.
También me gustaría proponer que la foto se les hiciera de cuerpo entero y por delante y por detrás, preferiblemente en cuero picado, para que los ministros y ex-ministros (inclusivo, no lo olviden) no olviden que son mortales, ciudadanos como los demás, gestores de dineros de todos por el bien de España pero personas del común. La gloria se la ganará el que trabaje con eficacia y será honrado y loado por ello, pero el retrato realmente es un exceso y esos fondos destinados a perpetuar una imagen de un funcionario del Estado deberían aplicarse a obras sociales, que son más perentorias ciertamente.