Según el reciente informe de la OCDE, tendremos en 2014 un 28% de paro en España. Algunos expertos calculan que por cada 1% de subida de la presión fiscal en épocas de crisis, aumenta el paro entre un 0,5% y un 1,5% y la recesión se intensifica al caer la demanda interna.
¿Y quieren más impuestos aún?
Hemos conseguido tener una clase política (porque los políticos son claramente una clase aparte) totalmente separada de sus representados, de sus votantes. Viven en el mundo de yupi, legislan y controlan nuestras vidas como si fuéramos un juguete, viven de nuestro dinero y nos esquilman cuando les apetece sin considerar las familias que hunden en la miseria. Me recuerda al cuadro de horror de Goya, Saturno devorando a sus hijos.
Pienso que han corrompido nuestro modo de vida democrático, que es el que nos permite vivir en paz e intentando hacerlo en prosperidad, aunque parece que solo ellos la han logrado ya y no van a compartirla con nadie más. Se autovotan sus prebendas, sus consumiciones subvencionadas en el Congreso, su iPad y móvil, sus talones para viajar gratis, su bono para residencia en Madrid aunque ya tengan piso en la ciudad, su jubilación preferente, su, su, su, y a los demás, ajo y agua, que son muy saludables.
Es relevante que no les preocupe perder la confianza de sus votantes, pero como no queda otra, les esperaré a la vuelta de las próximas elecciones a todos, de un lado y del otro, para decirles un NO muy alto y claro. Y creo que no seré el único.
Mientras tanto, mi indignación me obliga a practicar mi escrache personal. Cuando me cruzo en la calle con un político reconocible, cosa que me pasa con alguna frecuencia, me detengo, me tapo la nariz y pongo una expresión de repugnancia para inmediatamente cambiar de acera. En otras ocasiones al ir a cruzarme con él o ella, me protejo los bolsillos con cierta vehemencia y al dejarlo atrás, compruebo que no me ha sustraído nada más que esa parte de mis ingresos que vía impuestos les sirve para el «dolce far niente» político. ¡Faltaría más!