El efecto Coronavirus ha impactado con intensidad en las economías y por derivada natural en los mercados financieros. Si China se paraliza, sus empresas temporalmente deteniendo su producción para prevenir contagios, el resto del mundo se resiente. China es la segunda economía del mundo después de EEUU. Es el segundo país por volumen de importaciones de productos manufacturados, representando un 9,1% de las importaciones globales. Y es el mayor exportador mundial, con un 13,7% de las exportaciones globales, a datos de 2019. Las recientes previsiones para su PIB en 2020 se centran en un 5,4% de crecimiento, cuando hace apenas dos meses alcanzaban el 6,0%. Y algunos expertos vaticinan que podría rebajarse hasta niveles cercanos al 5,0% si la producción industrial no se recupera antes de abril.
El gobierno chino está manejando esta crisis más rápidamente y con mucha más contundencia que la del SARS de 2002-2003, con medidas drásticas de contención del movimiento de los ciudadanos en las regiones críticas y con un programa de acciones de política monetaria, de soporte financiero a las empresas, de estabilización del mercado laboral y de potenciación de las inversiones en consumo. Con ello, el rebote de la actividad económica en China podría ser rápido, una vez que los datos relativos al coronavirus empiecen a ser favorables.
El problema es que la pandemia comienza a manifestarse, con los casos de infecciones extendiéndose por gran parte del mundo, desde Corea del Sur, Italia e Irán a España, Irlanda, los países nórdicos o Brasil. Y lo peor, según algunos comentarios del mundo de la sanidad, está por llegar. Las implicaciones en la economía global son muy serias: el sector servicios (turismo, transporte de mercancías y pasajeros, ferias y convenciones internacionales) sufrirá un colapso pero el manufacturero no se quedará muy atrás en la grave paralización de su actividad a nivel mundial, por la incapacidad de China y otros países de Asia de mantener la producción de componentes esenciales para muchos productos que son fabricados en los países desarrollados de Europa y América.
El impacto en los mercados financieros que estamos percibiendo estos días podría ser nada más que la punta del iceberg que asoma por encima del agua, a pesar de los obligados pronunciamientos de los gobernantes como Macron hoy insistiendo en que Francia no cerrará sus fronteras o Trump anoche designando a su vicepresidente Mike Pence para dirigir y controlar las acciones de contención de la epidemia en su país. Nada más lejos de mi ánimo el ser catastrofista; los mensajes de la OMS y de los responsables nacionales de salud son los de considerar, con las debidas cautelas, esta infección como menos mortal que la habitual gripe, a pesar de su virulencia. Pero aunque oigo en estos últimos días que hay tratamientos experimentales e incluso que empresas como Moderan han desarrollado aparentemente vacunas efectivas contra este COVID-10, que es su nombre técnico, esto no ha hecho más que empezar, por ahora.
Las consecuencias en los mercados las estamos sintiendo ya, pero pueden intensificarse significativamente hasta que los ratios de crecimiento del número de infectados y de fallecidos no cambien. Las bolsas están perdiendo la rentabilidad obtenida en los dos últimos años, el oro se ve impulsado por el efecto de valor refugio y el petróleo se hunde ante la caída de la actividad económica global. Declaraciones como las de Cooperman, uno de los más importantes inversores mundiales, billonario y presidente de Omega Advisors, en las que manifiesta que está comprando acciones desde que las bolsas de EEUU empezaron a desplomarse, no dejan de ser intentos de lanzar un salvavidas en un mar de fuerza ocho, al menos por ahora.
Para terminar, una chispa de optimismo que me comentaba hoy el responsable de una casa de inversión de EEUU. Según su visión, el mercado bursátil es como un muelle, cede ante las adversidades pero para coger fuerza y lanzarse aún más arriba aunque las empresas que lo confirman pasen por periodos de contracción de facturación y resultados. A la postre, a lo mejor Cooperman no es tan atrevido.
Ramón Morell © 2020
(Artículo publicado en CFDmas.com hoy 28 de febrero de 2020)