Es nuestro deber de ciudadanos contribuir a los gastos del Estado a través de los impuestos, porque esos gastos nos permiten un relativo estado del bienestar (sanidad, seguridad, educación, infraestructuras básicas), una pensión de jubilación o de viudedad o de incapacidad en el futuro y una distribución del dinero de todos con el objetivo de ayudar a los más necesitados de nuestra sociedad.
Por consiguiente, tenemos la obligación de pagar nuestros impuestos (IVA, IRPF, IBI, Sociedades, carburantes, etc), porque es el marco tributario que nos hemos otorgado a través de nuestros representantes políticos. Podemos no estar de acuerdo con el nivel de ciertos impuestos o con las constantes apariciones de nuevas tasas, pero no por ellos hay que dejar de pagarlos.
Habiendo dicho esto, acabamos de comprobar una vez más el apetito recaudatorio y confiscatorio de nuestros gobernantes, sean nacionales o europeos, con el rescate de Chipre, en el que se han conculcado las garantías más sagradas sobre la propiedad privada en Europa.
No voy a entrar en la forma que le han dado al paquete, cuyo envoltorio ha ido cambiando a tenor de las protestas sociales y del escándalo generado. Un excremento será siempre excremento aunque lo dejemos secar, lo pintemos de verde, le pongamos un lacito rojo, lo metamos en una caja y lo envolvamos con papel de regalo.
Europa, en esencia, ha quebrantado la inviolabilidad de la propiedad privada del ahorro personal. A partir de ahora, cuando Europa o el gobierno concreto local considere que lo necesita, podrán quedarse con tus ahorros depositados en los bancos, o una parte de ellos, cambiándolos o no por cromos sin valor.
Lo más interesante es que todas las piezas han ido encajando.
Primero, nuestro ciudadano Montoro sacó un decreto obligando a que todas las transacciones comerciales entre empresas y autónomos por importe superior a 1.500 euros se hicieran por el banco. Por supuesto, según él, su objetivo era limitar el fraude fiscal (aunque de paso se obligue al tejido empresarial a dar de comer a la banca con las comisiones generadas por estas transacciones, por decreto). Curiosamente, los bancos apenas conceden préstamos, que era su principal fuente de ingresos tradicional; ahora viven de sangrar a sus clientes con cargos y comisiones por guardar su dinero y permitirles operar con él frente a otros. Y por supuesto, de tomar prestado al 1% o menos del BCE y prestar al Estado al 5% o más.
Segundo, el ciudadano Montoro se inventa y anuncia un impuesto especial a los depósitos, para compensar el que no pueden recaudar las comunidades autónomas que lo estaban haciendo. También explica, cómo no, que el impuesto no tiene fines recaudatorios y va dirigido a que lo paguen las instituciones financieras, no los particulares. (Este ciudadano debería participar en el Club de la Comedia como artista invitado; sería un crack).
Tercero, el ciudadano Montoro obliga por decretazo a que todo residente en España que posea más de 50.000 euros en cuentas en el extranjero (y algunas otras situaciones financieras también) deba declararlas por el artículo 33, o sufrirá unas multas relevantes. (Así tenemos controlado lo que la gente posee, dentro y fuera de nuestro país, por si les podemos clavar un poco más la espada fiscal y sacar agua de las piedras).
Cuarto, Europa obliga a Chipre a confiscar una parte importante de los depósitos que los ahorradores tienen en los bancos. ¡Dame ese dinero que ya no es tuyo! ¡Me lo quedo yo! (Esto me recuerda a la época de los corsarios, cuando los buques españoles eran atracados en alta mar por agentes de la Corona británica, al servicio de su Graciosa Majestad, con patente de corso).
Quinto, Europa está preparando un modelo de rescate en el que se incluye esta patente de corso, la confiscación de los bienes monetarios de los ciudadanos corrientes (aunque sea para importes superiores a 100.000 euros, ésta no fue la intención original, como sabemos, porque iban a por todo sin el más mínimo escrúpulo).
Estamos perdiendo nuestra independencia y nuestra libertad. Especialmente estamos perdiendo el Estado de Derecho, la seguridad jurídica de que nuestros bienes están protegidos y a salvo de carroñeros. Desde las preferentes hasta la cascada fiscal reciente y terminando en la trincada de los depósitos, estamos regresando a la Edad Media.
Entonces no había ciudadanos apenas; la mayoría de la población servía al señor feudal, que establecía las normas de comportamiento en su territorio, cobraba sus impuestos en efectivo y en especie y permitía que los campesinos trabajaran las tierras que eran de él a cambio de una parte de la cosecha. El señor les ofrecía una relativa seguridad frente a maleantes y enemigos pero cuando había que luchar, todos tenían que participar. Unos días al año había fiestas populares y todos se sentían felices, elemento indispensable para que siguieran esclavizados el resto del año.
La gran diferencia de nuestra sociedad es que ahora elegimos libremente a nuestros dictadores para un periodo de cuatro años de corso y que tenemos libertad de expresión, aunque sirva de bien poco porque seguirán imponiendo sus decretazos a golpe de mallete durante toda la legislatura. Podemos viajar a placer, pero estamos anclados a nuestro territorio fiscal, al menos la mayoría de la población, que no tiene los recursos de los cantantes, actores, deportistas o grandes empresarios que toman residencia en otros países para eludir las cargas fiscales en sus países de origen.
Estoy preocupado, porque inocentemente pensé hasta ahora que Europa nos servía, entre otras cosas, para frenar algo a nuestros dictadores electos en sus ansias recaudatorias y confiscatorias. Y me encuentro con la misma actitud en Bruselas que en Madrid.
Ya lo he comentado otras veces, pero tenemos que plantearnos si éste es el modelo social que deseamos tener, con una pérdida acelerada de nuestras libertades, un desapego de nuestros políticos de sus representados y un afán recaudatorio sin freno que va a castigar aún más nuestro porvenir en los próximos años.
Hay que reflexionar a qué estamos dispuestos a renunciar por la prosperidad de todos y qué no es renunciable porque supone colocarnos en jaulas fiscales y ordeñarnos constantemente. Cada uno tendrá su visión y sus límites, pero es muy conveniente abrir un debate público al respecto y promover el intercambio de opiniones. ¿Algún canal de TV lo ha hecho, al estilo de los programas de debates culturales, políticos y sociales en Francia? ¿O estamos más interesados en el fútbol y en Gran Hermano 14?
Creo que tenemos que asumir el compromiso de renovar España, reconquistar espacios de libertad que estamos perdiendo, fomentar la educación y la cultura de las jóvenes generaciones y permitir que la iniciativa privada se desarrolle sin tanto peso muerto desde el comienzo de la actividad, para que podamos avanzar en prosperidad. Pienso que estamos al borde de un gran cambio, los tiempos demandan un nuevo modelo de convivencia, quedándonos con todos los elementos positivos de hoy y soltando el tejido adiposo que nos agobia y nos estrangula.
Yo no tengo las claves, pero seguro que todos juntos podemos buscarlas y encontrarlas.
