José «Pepe» Mujica
A veces una frase sencilla, dicha con voz ronca y mate en la mano, vale más que cien discursos de traje y corbata.
Pepe la soltó una tarde cualquiera en su chacra, entre gallinas y flores de calabaza, y se quedó tan tranquilo. No era odio; era diagnóstico.
Y duele porque es verdad.
Los pañales se cambian porque se ensucian.
Los políticos también.
No porque sean malos por naturaleza (algunos sí, otros no), sino porque el poder huele mal si se queda demasiado tiempo pegado al cuerpo.
Pero esta frase no va sólo de política.
Va de la vida.
Va de esos trabajos que ya no te dejan respirar y que hay que cambiar.
Va de esas relaciones que se volvieron tóxicas y que hay que soltar.
Va de esas costumbres que nos hacen daño y que seguimos arrastrando «por costumbre».
Cambiar el pañal a tiempo es un acto de higiene.
Cambiar de rumbo a tiempo es un acto de dignidad.
Y mientras tanto, ¿qué hacemos con la esperanza?
La esperanza no es esperar que otros cambien el pañal por nosotros.
La esperanza es levantarse, aunque sea con las manos temblando, y hacerlo uno mismo.
Es plantar un árbol aunque sepamos que no veremos toda su sombra.
Es dar lo mejor de nosotros aunque el mundo no siempre devuelva lo mismo.
Es seguir creyendo que hacer bien las cosas, aunque sea en lo pequeño, vale la pena.
Porque al final, la vida no se mide por los pañales que evitamos,
sino por la limpieza con la que caminamos cuando ya no queda ninguno que cambiar.
Que tengas un buen día,
y si hoy toca cambiar algo…
que sea con cariño y sin miedo.