En las historias de Asterix y Obelix que leíamos de más pequeños esta frase era usual cuando Obleix se encontraba con un grupo de legionarios y los dejaba a todos silbando con cuatro mamporrazos.
Siempre me ha venido a la cabeza cuando veo una situación totalmente absurda en los mercados financieros.
Y ahora, con el Dow alcanzando los 30.000 puntos por primera vez en la historia, percibo el mismo escenario: ¿Estamos locos o qué?
Algunos analistas interpretan que los inversores están tomando posiciones dados los precios de risa de muchas empresas cotizadas y por la expectativa positiva de recuperación económica mundial en cuanto las vacunas entren en juego.
Yo creo que esto es una sinrazón porque la estructura económica de base, la de muchas pymes y autonómos y no pocas grandes empresas, está resquebrajada. Y costará que vuelva a funcionar como antes del virus. Semanas en los mejores casos, meses para muchos y años para algunos más.
No soy pesimista, todo lo contrario y los que me bien me conocen lo saben.
Pero este «desprendimiento» de las bolsas del tejido eoconómico de base no tiene ningún sentido. Estamos tomando decisiones por impulsos, por emociones, no poniendo los pies en la tierra de lo real.
Las vacunas y su inminente puesta a disposición de todos es una gran noticia. La liquidez infinita que prometen los bancos centrales es otro aspecto muy positivo y la presidencia de Biden y su búsqueda de acuerdos comerciales sin barreras también, pero todo esto es algo a medio y largo plazo, no para mañana, por desgracia.
Vamos a ver momentos aún más interesantes que hasta ahora, si esta espiral de subidas de las bolsas continúa. Y habrá que estar espabilado para soltar lastre a la primera indicación de cambio de rumbo.
