La Ciclopatía y los Percebes

El artículo de hoy versa sobre la ciclopatía.

Y otro día hablaremos también de los percebes.

¿Qué relación hay entre esta dañina enfermedad, tan extendida en los últimos años, y ese crustáceo que a unos deleita y otros aborrecen?

Pues que mi amigo Txema es ciclópata desde hace diez años, y en el ámbito social en el que nos movemos, le llamamos “El Percebe”.

No es porque le gusten, lo cierto es como catalán tradicional, cambia un kilo de percebes por uno de calçots y encima piensa “qué tontos son los que se llevan los percebes”.

Es porque es más feo que un percebe, con perdón de estos crustáceos.

Pero es una gran persona, querido por todos, aunque lamentablemente, es ciclópata.

La ciclopatía, como muchas otras dolencias, puede ser crónica o aguda, benigna o maligna, contagiosa o no. Todo depende del catalizador, de la personalidad del paciente y muy especialmente, del grupo social en el que esté integrado, o se integre a partir del desarrollo inicial de la ciclopatía.

Muchos ciclópatas se consideran personas sanas, deportistas, sociables. La enfermedad estimula la producción de serotonina. Y los medios sociales la propugnan por sus muchos efectos positivos en la salud física y mental.

Lamentablemente, como ocurre también con otras actividades, tiende a ocultarse o minusvalorarse el impacto de efectos secundarios, que pueden llegar a ser muy graves:

  • Caídas y choques, rozaduras, abrasiones, dislocaciones o fracturas, lesiones de tendones, ampollas, que no siempre evita un equipamiento adecuado. Y en algunos casos, experiencias traumáticas más graves, incapacidades o hasta el fallecimiento del ciclópata por accidente.
  • Ansiedad, sensación de fracaso, de exclusión del grupo por no poder seguir al pelotón, de incapacidad para superarse
  • Pérdida de capacidad económica para afrontar los gastos corrientes y habituales, casa, comida, transporte, ropa y calzado, colegios, etc, al dedicar una parte importante de sus ingresos a esta enfermedad, vehículo, repuestos, equipamiento, desplazamiento hasta el lugar de inicio de la marcha, consumiciones una vez terminado el ejercicio, …
  • Pérdida progresiva de contacto con los no ciclópatas que constituían el grupo familiar o social del afectado
  • Pérdida auditiva seria, que provoca afecciones de garganta al tener que gritarse entre ciclópatas para comunicarse durante el ejercicio de su actividad. Esto también causa perjuicio a las personas con las que se cruzan, que tienen que aguantar esas conversaciones de altos decibelios cuando los ciclópatas se detienen en un semáforo, o incluso sin detenerse, a horas algo tempranas para las personas normales. Y desgraciadamente, algunos de ellos, por la pérdida progresiva de audición, gritan también cuando están compartiendo sus ratos de ocio con los no ciclópatas, con la consiguiente incomodidad para los demás y creciente sensación de desarraigo y desapego del afectado por esa sordera.

El Percebes, que también es médico, nos comenta que la mayoría de los ciclópatas desarrollan una adición, causada por el “chute” de dopamina, que les obliga inconscientemente a buscar el placer de la recompensa en cada quedada de fin de semana o vacacional de ciclópatas, en la búsqueda de mejor equipamiento, de mejor biciclo, de mejores medidores de marcha, de ritmo cardiaco, de nivel de hidratación, etc.

Por todo ello, El Percebes desaconseja la práctica inicial de esta actividad, por supuesto legal. Y en el caso de haberse convertido la persona en una adicta, reconocerlo y acudir a alguno de los muchos grupos de terapia para controlar la adición.

“Buenos días, me llamo Txema … y soy ciclópata”

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