¡Qué gusto de agosto, sin políticos orinándote en las orejas!

¿No piensas lo mismo que yo?

Buscamos unos días de ruptura con la rutina, del trabajo, de la mecánica de levantarse a la misma hora a diario y hacer lo mismo, durante toda la jornada.

Y después, relajarse un rato en casa y acostarse a la misma hora y descansar, para estar frescos para otro día de hacer lo mismo.

Incluso los fines de semana nos hemos montado actividades que para muchos son repetitivas, como la bicicleta o un partidito, o salir con la familia. Saludables, frescas, pero rutina de fin de semana.

Lo del telediario, sea el canal que sea, es ya de nivel. Todos los días de la semana, lo primero es la gresca entre los políticos, o las imputaciones a los políticos, o las presuntas manos a las sacas, o las falsificaciones de títulos universitarios.

El caso es que los políticos lideran las noticias habitualmente, permanentemente.

¡Y cansa esto, eh!

Pero ahora, ¿qué remanso de paz, por favor!

Los políticos se han ido de vacaciones … y esto es un paraíso.

En invierno cogía la cuchara, para comer o para cenar y ¡zasca! un político saltaba de ella. En julio sólo veía políticos colgando del borde de la jarra del gazpacho, o escondiéndose entre las hojas de lechuga de la ensalada para que no los pinchara el tenedor.

Ahora NO HAY POLÍTICOS. ¡Se han ido!

Bueno, alguno queda, para seguir mandándose zascas, que pareciera que es de lo que viven muchos de ellos. Pero estos molestan menos, son como los moscones, que incordian pero no pican.

Estos días me pongo ante el telediario fresquito, tranquilo, para enterarme de las tragedias del mundo y también de lo maravilloso del mismo, que son lo que realmente me importa saber y por lo que padecemos.

Las guerras con sangre y las comerciales, los accidentes, la inmigración, los cabrones que asesinan a sus mujeres y hasta a sus hijos.

Y también los descubrimientos médicos, los avances tecnológicos, las opiniones de los que es´tan descansando en playa o montaña y sus sensaciones, que comparten con todos. Luego el bendito deporte, que es como un bálsamo después de la angustia. Y finalmente (¿o es al revés?) el tiempo, con esos presentadores-comunicadores tan efectivos que nos encajan 45 grados a la sombra con una sonrisa en el rostro y hasta nos encanta.

Y sin políticos.

Uff, no veas! (como se dice aquí)

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