Me acaba de llamar un buen amigo, cuyo nombre mantengo detrás de la cortina de la privacidad. Digamos que se llama Matt
No hablamos frecuentemente, en ocasiones hasta pasan los meses e incluso algún año entre nuestras conversaciones, pero cuando finalmente se producen, son enormemente gratificantes
Matt es lo que ahora se llama «mayor». Quiere decir esto que ya no cumple los 80, porque los ha dejado atrás, no pensemos mal
Es un persona que, a lo largo de su extensa vida, ha trabajado con intensidad, con dedicación, intentando mantener, como muchos otros, ese delicado equilibrio entre las pasiones, la de la familia, los amigos, el descanso … y la pasión por el trabajo
Mi amigo Matt ha sido, es y será, un empedernido lector y conversador, además. Su afán de aprender no ha aflojado con el paso del tiempo y sorprende a menudo con las preguntas que te hace, porque quiere saber más
Hoy me ha llamado porque va a tener que internarse en una residencia para mayores. Su salud no es ya la adecuada para que viva sin asistencia y su familia reside lejos, bastante lejos. Matt desea permanecer en su ciudad, donde ha vivido casi toda su vida, al margen de los numerosos viajes que ha realizado a todas partes del mundo
Latente en la conversación estaba la duda de si volveremos a hablar. Lo he notado en su no decir algunas cosas, no expresar algunos sentimientos
He sacado el tema sin tapujos, comentando que si concuerda conmigo en que esta vida es como si fuera un ensayo nada más. No sé si habrá otra u otras, pero ésta no me suena a demasiado seria. Fundamentalmente, porque por mucho que uno lo desee, no la controlamos de ninguna manera
Matt me ha respondido que no teme la muerte, pero le da rabia la disminución progresiva de su su vitalidad, quiere mantenerse activo física y mentalmente y ve que el cuerpo ya no le sigue el ritmo y posiblemente la cabeza se incorpore a lo que el cuerpo