La emigración de la población a la playa del Rincón de la Victoria (y otras), desmontando y transportando su casa

Observo diariamente la llegada de las familias que desmontan los elementos esenciales de sus viviendas para transportalos e instalarlos en la playa, especialmente los fines de semana

Suelen ubicar su residencia en la playa lo más próximo posible a otras personas, si es posible hasta pisando las toallas del otro, quizá por impulso gregario o porque los que ya se habían instalado desconocen que esos metros cuadrados de playa les corresponden, por uso repetido, a los recién llegados

Las neveras portátiles (al menos dos, una para las bebidas y otra para los alimentos qu e hay que conservar frescos y para más hielo), las bolsas con las tarteras y envases de plástico para la tortilla, la ensalada, los bocadillos variados, el gazpacho o ajo blanco, los filetes empanados, las latas de berberechos, mejillones, boquerones y los condimentos necsarios para realzar sabores. También los cubiertos (que los he llegado a ver de metal, de los casa, también) y las servilletas

Las mesas, (dos o tres si la familia es amplia) y sus respectivas sillas de playa, incluso con mesitas laterales auxiliares para colocar lo que no cabe en la mesa. Alguna silla de madera, de las del comedor de casa, he visto en cierta ocasión, para la abuela, que no quiere sentarse en otra silla diferente a la habitual, aunque sea a pie de agua. Por cierto, el verano pasado vi una vez una jaula con un periquito, colgada del palo de la sombrilla. ¡La familia, unida siempre!

Las bolsas de deportes con lo necesario para cambiarse de ropa, del bañador o bikini a algo seco y de esa ropa a otro bañador si el anterior está aún húmedo, aunque sea para bajarse de nuevo al agua, junto con los útiles de higiene de los bebés, las cremas de sol e hidratantes, cepillos del pelo y espejos

Las toallas y las esteras, abundantes y de diferentes colores, como para plantear bien el suelo de una jaima, que en realidad es lo que parece, aunque la carpa de cuatro o seis palos no lo sea precisamente. Y si hay carpa, tres o cuatro sombrillas abrazdas dan el juego también

Los cacharros de los niños, palas y cubos, pelotas inchables colchones de playa, carretillas, patos enormes inflables para dos o tres niños con sus remos, los donuts inchables también, con forma de ballena para que la cola sostenga el cuello del niño, por supuesto un inflador o dos también. Y las paletas, los aros y otros juegos de plata, que los niños se entretengan

Por supuesto, la música, ya sea propia (guitarras) o ajena (un móvil y unos buenos altavoces inalámbricos), para que los vecinos de arena puedan disfrutar de esas melodías aunque no lo deseen

Suelen tardar una media hora en colocarlo todo, excepto cuando hay algo de Levante o Poniente y los especialistas de la familia montar cotravientos auxiliares que permiten sobrevivir con el viento, lo que retrasa la mudanza e instalación de la vivienda una rato más

Pero eso da igual, porque han venido a agotar el día aquí

Lo que más me emociona es el momento en el que el sol se pone y toda esta emigración y repoblación inicia el camino de vuelta a su vivienda fija, desmontando, empacando y guardando todos los útiles traidos a la playa y cargando el coche hasta abombar las puertas de nuevo. O derramándose por las calles aledañas a la playa cargados de cacharros, sombrillas, bolsas, toallas y demás y pegando voces a los niños , que no quieren llevar nada y se quedan plantados con los brazos cruzados en medio de la marabunta.

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