Esta insensatez, que es de las que nos gustan a mi amigo Mark Petterson, mi cuñado Joe Dominguez y a mi, me ocurrió de verdad.
Estaba entrevistando a algunas personas para la división comercial de Dow Jones Telerate en algún momento del siglo pasado y apareció este curioso especimen.
Repasé su curriculum y particularmente me llamó la atención la parte del mismo en la que indicaba que hablaba seis idiomas aparte del castellano.
Cuando una persona es políglota ser interesante, porque su exposición a otras culturas le da una visión mejorada de la vida en una multinacional y una ventaja frente a otros competidores por el puesto.
Fui directamente a este tema al recibirlo, lo que le sorprendió pero no perdió compostura, simplemente tensó un poco los músculos del rostro y volvió a sonreir.
Le expresé mi admiración por su dominio de los idiomas. Al preguntarle qué lenguas eran y cómo las había aprendido, me respondió:
«Sin contar el castellano, porque es mi lengua materna, naturalmente, hablo finlandés por mi padre, que tenía un amigo de allí, árabe y francés por mi madre, que estuvo viviendo un año en Marruecos, portugués porque los dueños de la panadería de al lado de mi casa son portugueses, chino porque voy mucho al comercio chino de la esquina. Ah y también hablo inglés, porque tenemos unos vecinos ingleses en el portal con los que me suelo ir de cañas, para aprender bien su idioma».
Le pedí entonces, sin inmutarme, que me hablara algo en cada idioma, para comprobar su pronunciación.
Y me contestó la frase que hace de titular de este artículo.
Miré a uno de mis compañeros y le pregunté si alguien había traido una gorra. Debió entenderme el candidato, porque se levantó y sin decir nada salió de la oficina.
No lo he vuelto a ver.
