Sobre la consulta catalana

Respetando las opiniones diferentes, vengo aquí a postular que es sano que se celebre una consulta sobre el deseo particular de cada ciudadano sobre una Cataluña independiente de España.

Opino que una de las bondades de la democracia es que cada uno puede expresar su punto de vista sobre los asuntos que nos conciernen a todos. Ya que algunos políticos han puesto sobre la mesa con sus declaraciones y actos esta cuestión y que cientos de miles de ciudadanos se han movilizado en Cataluña al respecto, una consulta así sería muy valiosa e interesante.

Opino también que la consulta debería hacerse en toda España y para todos los poseedores de la nacionalidad española, residan aquí o en el extranjero, porque nos afecta a todos. No incluiría a los residentes que no tienen la nacionalidad española, porque si mantienen la suya original es porque no se sienten españoles o porque aún no cumplen los requisitos mínimos de residencia o arraigo para ello, pero sí, claro está, daría acceso al voto a los que tienen doble nacionalidad.

Creo que no deberíamos temer el resultado de esta consulta sea el que sea. Si saliera que la mayoría de los españoles de Cataluña desea la independencia, tendríamos que coger el toro por los cuernos y sentarnos a plantearnos el futuro, lo que por supuesto incluye la opinión del resto de los españoles también.

Está claro que si el alcalde de Torrelavega (Cantabria) y sus concejales, por ejemplo, decretan una consulta popular en la población para declararse independientes del resto de España, la consulta carece de validez, sea o no lícita, porque un hipotético deseo mayoritario de sus habitantes de ser independientes quedaría como cuestión puramente anecdótica y simpática e incluso atraería un turismo inesperado, pero nada más. No es un asunto de tamaño; que Torrelavega tenga 55.000 habitantes y contribuya mínimamente al PIB de España y Cataluña tenga casi ocho millones de habitantes y suponga un 20% del PIB es irrelevante, porque no hablamos de importancia por factores económicos o de población; simplemente hay que tener en cuenta los deseos de TODOS cuando una parte de todos estos quiere cambiar las reglas del juego.

Conozco bien los argumentos a favor de la independencia de Cataluña; habitualmente converso con mis amigos catalanes y ahora vengo de pasar dos días en Barcelona donde gran parte del tiempo no dedicado a asuntos profesionales he estado dialogando con amigos y conocidos sobre este tema. El asunto ha entrado desde hace tiempo en un plano emocional tanto para los que quieren sentirse independientes como para los que no sienten lo mismo y esto lo complica bastante porque impide dialogar a nivel de las instituciones políticas para buscar un punto de encuentro.

Desde mi experiencia confirmo que parte de esa ilusión independentista está fundamentada en una visión parcial y escorada de la realidad catalana que se ha impuesto en la enseñanza en Cataluña en la formación de las jóvenes generaciones. También naturalmente una sana ilusión por proteger y estimular lo propio, el idioma y las costumbres locales y finalmente un ansia de no depender de otros en las decisiones comunitarias; sentirse país. Por otro lado, esto genera en los que no sienten ese deseo un contraste también emocional de rechazo y ya tenemos el lío armado.

Estoy convencido de que una consulta popular daría un claro no a la independencia de Cataluña en toda España, incluyendo a los ciudadanos que viven en Cataluña. Pero incluso si la opción mayoritaria dentro de Cataluña fuera la de desear ser independientes, la consulta no sería vinculante, porque no puede serlo con la normativa vigente y porque no tendría en cuenta la voluntad de todos los españoles. Eso sí, forzaría un sentarse juntos para dialogar y avanzar a un punto de encuentro. Un zapatazo declarando la independencia unilateralmente por parte de la Generalitat sería un grave error político y causaría un daño muy serio a la convivencia; no por una hipotética intervención del ejército, sino por el tensionamiento al máximo de las estructuras políticas y del nivel de emocionalidad tanto dentro como fuera de Cataluña. No es deseable para nadie. No es positivo para nadie.

Para aquellos que me replican diciendo que si uno quiere la independencia la toma y ya está, como ocurre en los divorcios, en los que basta la voluntad de separarse de uno de los dos para que se extinga el matrimonio, respondo por supuesto en el plano emocional, que yo me siento catalán, como también vasco o andaluz y extremeño aunque naciera en Valencia, y nadie tiene derecho a amputarme esa parte de mi porque lo es de todos y cabemos todos. Yo quiero seguir siendo valenciano, español, europeo y ciudadano del mundo sin exclusiones, pero también catalán, murciano, canario, cántabro o riojano como hasta ahora. Busco unión y no ruptura, sumar y no restar. Cataluña es hoy lo que es por el esfuerzo de todos, los que viven allí y los que no vivimos allí pero aportamos nuestro trabajo, nuestros impuestos, nuestro amor a su particular lengua, cultura y costumbres, a que sea grande. No es justo, en este preciso momento, decirnos ahí te quedas, porque somos parte de ella. Y lo digo bien claro, no es que Cataluña sea nuestra, es que somos parte de ella todos, seamos catalanes o no.

Soy consciente de que si una gran mayoría de catalanes desea separarse del resto de España lo hará aunque nos duela a tantísimos muchos más y aunque todos salgamos perjudicados. Lo esencial es comprobar ahora cuál es la opinión de todos al respecto y a la luz de los resultados ponerse a dialogar rebajando el nivel emocional al terreno de lo práctico y lo positivo, si es posible.

Podemos buscar acomodo a estas aspiraciones independentistas ampliando competencias autonómicas hasta el máximo posible o llamando a España Estado Federal como el PSOE propugna, pero al fin y a la postre avanzamos buscando el progreso y una Cataluña independiente es justamente lo contrario para los catalanes y para el resto de los españoles, en mi opinión.

Y respetando la opinión de los que desean ser independientes como no podría ser de otra manera, nos encontraremos siempre enfrente en los foros y en las urnas, porque estoy totalmente convencido de que están muy equivocados con esta aspiración. Pero démosle realidad a lo que tanto se habla, permitamos una consulta general que aclare el panorama y nos ponga a cada uno en su sitio, aunque haya que cambiar la normativa vigente.

En conclusión, ni comparto la visión independentista de algunos que son muchos pero puede que menos de la mitad de los catalanes, ni comparto el planteamiento del gobierno de aplicar la normativa por el artículo 33, que por otro lado está obligado a hacer, sin facilitar el diálogo para salir de este entuerto en el que hemos entrado por obra y gracia de unos y otros políticos, los locales y los nacionales. Pero creo que debería haber una consulta nacional.

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