La teoría de la relatividad especial fue desarrollada por Albert Einstein a principios del siglo XX y publicada en 1905. En ella describe la física del movimiento en el marco de un espacio-tiempo plano. Con ella explicamos la conexión espacio-tiempo por la que el tiempo en un objeto que se desplace a grandes velocidades, próximas a la de la luz, pasa más lentamente que el del observador de ese movimiento.
Ayer por la tarde pudimos experimentar este fenómeno gracias a doña Helena y al grupo de tertulianos que agrupó desde el almuerzo. Al llegar, el tiempo comenzó a alterarse, a transcurrir más lentamente, como por arte de magia de nuestra anfitriona, para deleite de todos los asistentes.
El almuerzo se efectuó en un restaurante próximo a su domicilio, muy conocido por las dos bondades de su arroz caldoso: exceso de calidad y de cantidad. Para la sobremesa nos invitó a un café en el «salón oriental» de su casa (lo llamo «oriental» no porque se encuentre al este, sino porque lo presiden dos magníficos cuadros de una pareja de mandarines, pintados al óleo sobre papel de arroz y porque el café se presentó en una vajilla de porcelana oriental deliciosa – más bien japonesa que china según creo – pero oriental al fin y al cabo). El café comenzó con una preciosa declamación de varios poemas ingleses por parte de Natalia, una de las nietas de Doña Helena, con una actuación propia de una actriz experimentada y que mereció un desbordante aplauso popular.
Mientras Doña Helena descansaba cosiendo en otra estancia, el café fue seguido de una o varias copitas para algunos y se fue desarrollando un nudo de muy interesantes conversaciones que evolucionaron desde viajes próximos de algunos de los concurrentes a restaurantes para los siguientes encuentros – el Pisco 41 es definitivamente el favorito – y especialmente, derivado del diverso origen de los tertulianos (Suecia, México, Colombia, España), a comentar las diferencias en el enfoque del trabajo y del ocio entre españoles y otras nacionalidades.
Y finalmente, el premio gordo: la anfitriona regresó con nosotros y nos regaló una encantadora narración, a la que ella llama «El otoño que se convirtió en primavera», de cómo conoció a su marido y de las circunstancias que acontecieron en aquel lejano 1956. Si el contenido de su relato fue de por sí increíblemente atractivo, Helena lo elevó a una potencia superior con su forma de expresarse tan cálida, tan sorprendentemente viva y próxima que nos hizo reír en algunos pasajes cómicos y emocionarnos con el romanticismo de otros.
Fuera hizo sol, llovió con abundancia, salió de nuevo el sol para irse a descansar y brilló la luna al final, pero dentro de la casa el tiempo se detuvo por unas horas y las sensaciones de paz, de bienestar y de enriquecimiento personal se proyectaron sobre todos los presentes. Fuimos nueve personas la mayor parte de la tarde, pero diez en total. Los presentes, siete mujeres y tres hombres y ellas,excepto Natalia que es estudiante, todas profesionales y líderes en sus respectivas profesiones: sanidad, seguridad, organismos internacionales, comunicación, textil. Y el encontrarme inmerso en un grupo de personas cultas y que destilaban en sus palabras el esfuerzo continuado por desarrollarse y sus amplios conocimientos y planteamientos interesantes respecto de los diversos temas puestos en común, particularmente mujeres que han sabido combinar ser pilares de su familia con su proyección profesional con pleno éxito, es una satisfacción desborda.
Tengo por costumbre declarar que hay que hacer un esfuerzo especial para integrar a la mujer en el mundo del trabajo en condiciones de paridad con el hombre, incluso dándole más oportunidades ahora para alcanzar ese equilibrio cuanto antes. Pero ese fervor se alimenta especialmente en reuniones como la de ayer, cuando los comentarios que estas chicas de tres generaciones distintas compartieron te hacen ver por su calidad y profundidad que tenemos un largo camino en la lucha por la igualdad en el ámbito profesional y también social, por qué no.
Y como hizo Einstein, de la teoría de la relatividad especial llegamos al final de la tarde a la general, en la que el campo gravitatorio distorsiona el espacio-tiempo. Helena, si el tiempo se detuvo ayer por la tarde en tu casa, la presencia y sabias intervenciones de todas vosotras cambió esquemas de valoración adquiridos y nos transformó un poco más a mejor a todos o al menos a mí, que tengo un largo camino por delante.
Gracias Helena, gracias Marta, Irene, Carmen, María José, Lucía, Natalia, Lars, Gabriel, por esa demostración práctica de los postulados de Einstein ayer.