De aquí a interceptar las comunicaciones privadas (cartas, emails, SMS, whatsapps) para comprobar si nuestras expresiones son constitutivas de delito y poder endiñarnos el impuesto de opresión, un pasito de nada.
¿Hemos montado una democracia para que estos xxxxxxxxx (a partir de ahora los calificativos deben ser positivos, hay que callarse lo que uno piensa de los políticos: multa de 100 a 1.000 euros) nos mutilen la libertad de expresión? ¿Volvemos a la época anterior, cuando todas las expresiones tenían doble sentido? Creía que La Codorniz ya no tenía cabida en nuestra sociedad.
Entre la NSA, los drones, los camiones de chorros de agua para la policía y las leyes contra la libertad de los ciudadanos, nos convierten en zombies a los que ordeñar impuestos, que no causen problemas a las dignas autoridades para que les voten cada cuatro años y todos vayamos por la calle, manifestación autorizada, eso sí, cantando ¡Qué felices somos! ¡Qué bueno es nuestro Gobierno!
¿Cuándo entenderán estas lumbreras del conocimiento que la convivencia pacífica se desarrolla cuando el respeto a los demás se cultiva desde los colegios y el respeto a los representantes políticos y los gobernantes lo conseguirán ellos mismos cuando su comportamiento sea impecable? Cuanto más manden callar a golpe de prohibición y multa, más lejos estamos de que ese respeto brote en cada ciudadano.
En fin, espero que no sea constitutivo de falta o delito con su multa correspondiente decir que la indignación cuando crece día a día es como el agua, que acaba reventando todos los sistemas de contención colocados. Ni mucho menos en mi ánimo está incitar a la agitación, pero sí a la renovación y revolución social pacífica. Pongamos las bases para que salgan líderes políticos limpios, comprometidos con sus votantes y con la sociedad en general.
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