Dementores y Ángeles en la empresa

dementor

Es frecuente encontrarnos entre los compañeros de trabajo con dos curiosos perfiles psicológicos: los dementores y los ángeles.

Los dementores son aquellas personas que drenan la energía y el entusiasmo de uno. ¿No os ha ocurrido sentir que un compañero, por otra parte generalmente muy majo aunque también puede ser el típico borde, va absorbiendo toda vuestra energía mientras habláis o estáis con él, para acabar uno totalmente agotado emocionalmente después del encuentro? Mientras tanto, él o ella terminan mucho mejor que cuando empezó la reunión o el encuentro y encima te agradecen al tiempo que les has dedicado.

Yo los he encontrado de dos tipos.

Por un lado, el dementor puro, la persona que se siente miserable porque creyéndose superior a los demás no es valorada como piensa que debiera ser y que necesita proyectar ese sentimiento sobre los demás que están a su alrededor. Tengo hasta un ejemplo cuyo nombre obviamente me reservo, de una persona a la que calificaba para mi mismo como «el bicho» o «la mantis religiosa» y que para empezar, no saludaba al llegar al puesto de trabajo, tenía un tono áspero en su trato con nosotros, raramente sonreía y siempre demandaba información pero retenía la suya. El ambiente se enrarecía tanto cuando entraba que las conversaciones se detenían y todos teníamos una sensación de frío, de incomodidad, hasta que salía de nuevo a fumar y hasta el aire se respiraba mejor. La comunicación era mínima, pero su sola presencia detraía lo mejor de cada uno. Menos mal que el contacto con esa persona terminó, aunque lo siento por sus compañeros actuales.

El otro tipo de dementor es el encantador. Esta persona es cordial, simpática, agradable y social. Cae bien a todo el mundo. Sin embargo, una conversación con ella es como acudir a una extracción de sangre, va succionando tus buenos deseos, tu energía, tus ganas de llevarte bien con todos y te deja anímicamente reventado. No entiendes el motivo, pero te descarga de tus elementos positivos y te deja hecho un trapo durante un buen rato. Hace algún tiempo me ocurrió también con un buen amigo con el que hago negocios. Empezamos a hablar y me di cuenta de que todo su afán era que yo pusiese más, que dedicase más tiempo, que trabajase con más intensidad en el proyecto común pero él no se mojaba. Incluso cuando yo argumentaba que en el equilibrio de tareas está la clave, me devolvía la pelota invitándome a aumentar su participación en el negocio en detrimento de la mía, pero el esfuerzo adicional me tocaba a mi. Y cuando pasamos a hablar de tonterías, la succión no cesaba, constantemente sentía un flujo de energía salir de mi hacia él, que cada vez se encontraba mejor y más optimista, pero a mi me iba dejando el negativismo y en cierto modo, la cólera.

Menos mal que también tenemos entre nosotros a los ángeles, que son el polo opuesto de los dementores. Estas personas irradian optimismo, proyectan un aura de energía a su alrededor y te sientes renovado cuando hablas con ellas. Es un placer estar a su lado porque contagian buenas sensaciones. Pueden ser jefes, compañeros de equipo o simplemente colegas en la misma empresa pero son como imanes que nos atraen a todos, a los que nos consideramos más o menos normales y cómo no, a los dementores, que también acuden a ellos para recargar sus miserables baterías negras. Si acaso, los ángeles tienen la suerte de que conservan tanta energía positiva que ni los dementores pueden con ellos, al contrario de lo que nos ocurre a los demás.

Busquemos a los ángeles a nuestro alrededor e intentemos ser uno de ellos. Y a los dementores, que les den.

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