Aurora Mínguez publica hoy una crónica sobre el fracaso de la cumbre europea de esta semana en relación con los presupuestos de la UE. Ver: http://www.elconfidencial.com/opinion/europa-europa/2012/11/24/una-vez-mas-merkel-se-sale-con-la-suya-10279/
Habiendo leído su acertada crónica, para mí, lo que ocurre es que el mal que aqueja a nuestros políticos mediocres (o mediocres políticos, que no es lo mismo) se ha extendido también por las esferas europeas, provocando el fracaso de la cumbre sobre los presupuestos de la UE para los próximos siete años.
Somos 27 países a poner de acuerdo, unos a soltar la pana y otros a cobrarla. Difícil tesitura, pero posible si hubiera ganas de arrimar el hombro y consolidar una estructura común, como se hizo en el pasado. Esta vez parece que no, que la imagen es de 27 caballos tirando en 27 direcciones diferentes de la misma carroza, hasta que se rompa. Pero como no son tontos, lo hacen bien. Ponen a descansar a los caballos unas semanas y vuelta a tirar a ver si alguno se ha movido de su sitio y si no, otra vuelta más. Total, pagan los ciudadanos.
27 no pueden si uno no quiere, es la lectura que hago de este proceso, porque cada país intenta sacar la mejor tajada posible del plato que se va a cocinar y mientras tanto, los europeos de a pie pagando esos sueldos, esos viajes para infinitas reuniones sin conclusiones, esos gastos de alojamiento y manutención, ese vivir, en definitiva, de espaldas al pueblo, que caracteriza tan bien a nuestros politicastros españoles y europeos.
Necesitamos una refundación de España y de Europa. En realidad, una revolución, un cambio drástico en la manera en que elegimos a los que gobiernan o al menos, en los elegidos. Está claro que la democracia es el único sistema de autogobierno, pero nos está fallando el combustible que le echamos al motor y el vehículo se ha estropeado, tenemos que arreglar el motor y cambiar de combustible.
Caben dos opciones: o el cambio rápido y bastante peligroso porque excita las pasiones, especialmente las más radicales, o la revolución desde abajo, desde cada uno y cada día, uniéndonos para conseguir sacar pulpa del desperdicio antes de plantar nuevos árboles cuyas raíces no se pudran en cuanto son elegidas para gobernar.
Obviamente para mí no hay alternativa – tenemos que modificar nuestras actitudes y establecer una nueva cultura social que forme políticos íntegros y preparados para tomar decisiones por y para todos los ciudadanos respetando el contrato electoral que presentaron para ser elegidos. Y tenemos que empezar a partir de cada uno de nosotros, siendo más civilizados, más positivos y más comprometidos a cumplir y hacer cumplir nuestros deberes sociales, porque vivimos en sociedad.
Tenemos que aumentar la productividad del tejido laboral de nuestro país, que es de las más bajas de Europa, tomarnos en serio el trabajo y desterrar la palabra «escaqueo» del diccionario; aquí no se escaquearía nadie si estuviera mal visto, como en EEUU por ejemplo, donde por cierto también se considera muy mal el copiar un examen, porque supone una falta de respeto hacia los compañeros y de compromiso en el pacto de enseñanza con los demás y el centro.
Cambiando varios enfoques tradicionales nuestros que son incorrectos, como estos tres ejemplos, la productividad, el escaqueo y el copiar, ofreceríamos a las jóvenes generaciones unos valores sociales esenciales para añadir a los que ya tienen (para no hablar únicamente de lo malo de nuestra cultura social, España es puntera en donación de órganos y en participación ciudadana en actividades de caridad y ONGs y no podemos olvidarnos nunca del movimiento nacional que generó el desastre del Prestige o de las movilizaciones por el secuestro y posterior asesinato por los asesinos de ETA de Miguel Ángel Blanco.)
Somos un gran pueblo pero tenemos que querer seguir siéndolo y para ello tenemos que cambiar algunas cosas, pocas pero fundamentales.
